Aikido además de una disciplina marcial, es una actividad física que como muchas otras resultan beneficiosas, no sólo para la salud corporal; sino también la salud mental.
Cualquier actividad física es indispensable para el mantener y sobretodo mejorar el correcto funcionamiento de nuestro organismo, prevenir enfermedades (y en cierta medida) a prolongar la vida y mejorar su calidad.
Entonces, pudiésemos pensar que Keiko es la forma japonesa de referirse a cualquier práctica de la disciplina marcial; pero indagando y analizando la información para este artículo, pude conocer que existen otros significados más profundos.
“El propósito del entrenamiento es para ajustar al flojo, endurecer el cuerpo, y pulir el espíritu.” – O’ Sensei.
En la cultura y las artes marciales japonesas, existen muchas diferencias entre lo que es un entrenamiento meramente físico y todo lo que conlleva la práctica de Budo. Esto se debe al amplio respeto que representa, su sentido, su lógica y su necesidad. Según vamos entrenando y practicando; nuestras vidas están siendo moldeadas y pulidas; conducidas hacia una realidad que trasciende todo lo que conocemos.
Existen diversas formas de realizar este camino y de acuerdo a nuestro compromiso y disciplina, iremos avanzando a través de ellas.
Como punto de partida, podemos iniciar con que “Keiko” (稽古), se refiere a preparar el cuerpo; a tonificarlo. Para expresar esto con un ejemplo claro, se podría decir que se relaciona con las actividades varias que se practican en un dojo, o hasta las actividades que se realizan en un gimnasio deportivo.
“Para saber algo debes hacerlo mil veces, para “realmente” entender algo, debes de hacerlo diez mil veces y para dominar algo de forma completa; debes de hacerlo cien mil veces.” – Proverbio tradicional del Budo.
Adentrándonos más en el contexto práctica referido a un Do, podemos utilizar la palabra “Renshu” (練習) que significa entrenar, preparar o pulir el espíritu: que es lo que hacemos más específicamente cuando estamos en el Dojo. Abarca desde las técnicas que practicamos e incluye también la forma en la que las practicamos: repetir algo una y otra vez, hasta aprenderlo. Se puede aplicar también a cualquier disciplina académica o técnica.
Si seguimos avanzando en nuestro entrenamiento, empezamos a comprender que requerimos más tiempo, más dedicación y un mayor esfuerzo para mejorar; a esta etapa la conocen como “Shuren” (修練) y se refiere a entrenar lo suficiente como para refinar, mejorar o disciplinar bien el espíritu, poniendo el corazón “kokoro” (心) o el mayor empeño en lograr un objetivo.
Una vez hemos empezado a dominar ese objetivo con nuestro entrenamiento, nos damos cuenta que todavía nos hace falta algo. Nos damos cuenta que la finalidad del entrenamiento, no es sólo temporal o momentánea; sino que se convierte en un propósito… una forma de vida que se convierte en disciplina: “Tanren” (鍛錬). Esta forma de entrenamiento se relaciona con la forja de la espada. Poco a poco, con fortaleza, haciendo las cosas bien, limando toda aspereza, garantizando continuar hasta alcanzar el mejor nivel, la mayor calidad.
“En tu entrenamiento, no estés apurado, toma un mínimo de diez años dominar las bases y avanzar al primer escalón. Nunca te veas como un sabelotodo, un maestro perfeccionado; debes continuar entrenando diariamente con tus amigos y estudiantes y progresar juntos en el Arte de la Paz.” – O’ Sensei M. Ueshiba
En el siguiente nivel “Kufü” (功夫), nuestro cuerpo pasa a un segundo plano y queda la sensación del trabajo que se ha hecho con “dedicación”. Trascendemos al plano abstracto y a la meditación. El entrenamiento físico continúa, sin embargo (por cuenta propia) va orientado al contexto de la mejora espiritual. Es un estudio, un nuevo aprendizaje o práctica que requiere mucha más paciencia.
Por último, “Shūgyō” (修業): se refiere al nivel hacia la maestría… Este tipo de entrenamiento, casi reservado a los guerreros de la antigüedad, se refiere a un camino muy personal para fortalecer el cuerpo y el espíritu (ambos simultáneamente) a través de un entrenamiento casi ascético, intenso, severo y desafiante. Es el tiempo del entrenamiento profundo, de gran impacto existencial, momentos de reflexión en solitario, con un acercamiento a los límites físicos y emocionales. Es olvidarse del “Yo”, para dar paso al corazón y al sentimiento puro. Es una limpieza profunda del espíritu, renovando la energía vital para la difícil batalla de la vida.
“El entrenamiento diario en el Arte de la Paz permite que tu divinidad interna reluzca más brillante y más brillante aún. No te concierne el bien y el mal de los demás. No seas calculador o actúes artificialmente. Mantén tu mente enfocada en el Arte de la Paz, y no critiques otros maestros o tradiciones. El Arte de la Paz nunca reprime, restringe o encadena algo. Envuelve y purifica a todo.” – O’ Sensei
Con esto podemos darnos cuenta entonces, que la connotación de la práctica en el Do, es más profunda que sólo hacer algo, llegar a entrenar o hacer las cosas porque sí, sin motivo. Nos lleva a entender que debemos perseguir un desarrollo humano más elaborado. Además, nos permite darnos cuenta que no solo es importante para el desarrollo en el Budo, sino también en otras actividades o “caminos” donde todos los aspectos anteriormente señalados son fundamentales, como por ejemplo: la Caligrafía “Shodō” (書道), la Ceremonia del Té “Chadō” (抹茶), los Arreglos Florales “Ikebana” (生け花) o “Kadō” (華道) e incluso en el aspecto profesional de nuestras carreras.
Así es entonces que mediante la práctica constante, la disciplina, el esfuerzo y la fusión de muchos otros ‘factores’ es que debemos trabajar no sólo para lograr mejorar física, mental o espiritualmente; sino entrenar teniendo en mente el verdadero Objetivo final: que es forjar en nosotros, individuos con altos valores humanos, aptos para el correcto desenvolvimiento en la sociedad y poder aportar nuestras habilidades de manera positiva y desinteresada.
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